
Moya, un mexicano naturalizado, falleció en su casa en Cuernavaca el miércoles después de una larga enfermedad, rodeada de su familia y su compañera de 43 años, Susan Flaherty.
Rodrigo Moya, fotógrafo colombo-mexicano. QEPD. pic.twitter.com/1skrjik06y
— Malely Linares Sánchez (@Malelylinares) 30 de julio de 2025
Ministerio de Cultura de México lamentó el paso de Moya en las redes socialesescribiendo que «(h) es el trabajo retratado de manera aguda las desigualdades sociales, las luchas populares y los movimientos revolucionarios de los años cincuenta y sesenta. Autor del famoso retrato ‘Melancholic Che’, Moya capturó procesos históricos que hoy son parte de un legado esencial de memoria y verdad. Que él descansara en paz».
Numerosas instituciones y periodistas también rindieron homenaje a las redes sociales, incluida the Museo del Palacio de Bellas Artesel Instituto Nacional de Antropología e Historia y Jenaro VillamilDirector del Sistema de Radiodifusión Pública de México.
La coordinación de la difusión cultural en la Universidad Autónoma Nacional de México (Unam) dijo que Moya «nos deja un legado lúcido y profundamente honesto: un espejo donde la historia todavía respira».
Moya, cuyo trabajo se ha comparado favorablemente con Henri Cartier Bresson y Manuel Álvarez Bravo, fotografió disturbios políticos en toda América Latina durante las décadas de 1950 y 1960, incluidos los movimientos guerrilleros en Guatemala y Venezuela, la invasión de Santo Domingo y la Revolución Cubana.
Capturó el costo humano de los levantamientos civiles y militares y las personas que vivieron esos tiempos turbulentos, y memorablemente describió la fotografía como «El enfoque más intenso para la vida, para la naturaleza del mundo, para los seres y cosas que entraron a través de mi lente y permanecen allí».
Moya se refirió a sus sujetos como «recuerdo de población y la pequeña superficie del papel fotográfico, negándose a morir, mirándome con los mismos ojos con los que me miraron hace décadas».
Abandonó la profesión de fotografía en 1968 para centrarse en el periodismo impreso y producir documentales, aunque continuó tomando fotografías.
Algunas de sus imágenes de este período posterior se presentaron en las colecciones de Wittliff en la Universidad Estatal de Texas en 2015, anunciada como la primera retrospectiva de la carrera de Moya que se exhibirá en los Estados Unidos.
Presentaron temas como el mar y los residentes de las comunidades pesqueras, así como el campo, las calles de México, procesiones religiosas y retratos de personas anónimas y celebridades.
¡Wittliff Curators escribió que las imágenes de Moya publicadas en eminentes revistas de noticias latinoamericanas como ImpactO, El Eppectador, Sucesos y Siempre! Documentó eventos de interés periodístico, «mientras proporcionaba una visión interna, sugiriendo que sus sujetos estaban esperando su cámara».
Dijo de sí mismo: «Creo que mis fotos tuvieron una búsqueda constante, pero más que un buscador de imágenes, period un buscador de contrastes sociales, period un buscador de la fisiología de México y la fisiología económica de nuestros países».
En un folleto que explica la exhibición de «Ojos de Ojo Wideen» con fotos de Moya, la Galería Etherton en Tucson, Arizona, lo describió como «fotoperiodista en parte fotógrafa de la calle».

“El fotógrafo hace atemporal, los momentos dulces y ordinarios de la vida, como una niña que mira por una ventana de tren en “La Muchacha.” Sus retratos que afectan permiten la misma dignidad al reconocido artista Diego Rivera que a un trabajador agrícola en “La vida no es bella” («La vida no es hermosa») «.
Moya nació en Medellín, Colombia, el 10 de abril de 1934. Su padre period mexicano.
Moya tomó su famosa foto del Che en julio de 1964 como parte de un proyecto para producir un libro sobre la revolución cubana que nunca fue escrita. El último día de la visita a Cuba, hizo una serie de 19 retratos del revolucionario, incluida la imagen de Guevara fumando un cigarro, con una triste expresión.
En 1997, Moya ganó el Premio Nacional de Cuento Nacional de México por su libro «Cuentos para Leer Junto Al Mar» («Historias para leer por el mar»).
Con informes de La Jornada y El Economista
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